La K-Pop star que rompió con su novio por deseo del público
A la surcoreana Karina le descubrieron un amor y debió disculparse y terminar la relación para no perder seguidores. Un modelo tecno-confuciano de industria cultural.
Karina, una cantante del riguroso sistema del K-Pop coreano –canto y baile— fue eje de un “escándalo” nacional e internacional la semana pasada por haber roto los códigos de la industria cultural de ese país, incluyendo el nexo de “fidelidad” con sus fan: aunque tiene 23 años, se descubrió que tenía novio, algo “imperdonable”. A modo de expiación, la bella Karina publicó una carta manuscrita a sus fans pidiendo "mis más francas disculpas" por haberse enamorado, o apenas haber tenido una aventura, dado que la relación ya se terminó, según se supo este martes.
El bullying digital estalló en las redes contra esta diosa del K-Pop líder del grupo “aespa” (sic) donde sus adoradores –por ahora odiadores— hacen posteos diciendo que “salir con ese chico arruinó tu carrera”. Otro se tomó el trabajo –y el costo-- de enviar un camión publicitario con una pantalla gigante a la sede de la productora artística que creó al producto Karina, con una frase luminosa: "¿No recibes suficiente amor de tus fans? Discúlpate o verás caer las ventas de tus discos y las salas de concierto vacías".
Este sistema de la hiper-exigente industria del K-Pop –que ha generado suicidios y depresiones profundas en decenas de cantantes— se consolidó en el siglo XXI. En 2001 el cantante Park Joon-hyung del popular grupo God estalló en llanto ante la prensa porque su agencia lo despidió de la banda –algo que el contrato permitía ante esa situación— porque tenía una pareja en secreto (la única forma de tenerla). Entre lágrimas, Park dijo: "Si soy culpable de algo, es de haber conocido a alguien a quien amo. ¿de acuerdo? Yo, Park Joon-hyung, tengo 32 años y tengo una novia".
La persona es un producto
Parte del “contrato de consumo” implícito con el público, es que el o la artista estén solteros y castos, para dejar espacio a un nexo imaginario uno a uno, un amor teóricamente correspondido –también compartido por parte de los fans— en donde la fidelidad consistiría en que la estrella endiosada como modelo de pureza y virtud, sea casta (arrancan su carrera siendo niñas y no deben perder nunca esa pureza). Y sobrevuela la falsa esperanza de quizás, algún día, tener algo con ella. Solamente las mega-estrellas con años de carrera, adquieren la licencia o el privilegio de tener una pareja. Pero eso hay que ganárselo con años de trabajo muy duro, entrenamiento, ensayo y éxito. Para ser respetado, el artista tiene que demostrar un sacrificio supremo, casi inhumano.
En Occidente, un escándalo amoroso en general sirve para lo contrario: ganar popularidad. Aunque Britney Spears y Miley Cyrus recibieron críticas en su momento, al crecer y dejar de ser castas. Pero en Corea del Sur todo es a otro nivel.
Un modelo confuciano de industria cultural
Constanza Jorquera, académica e investigadora del Centro de Estudios Coreanos y el Núcleo de Estudios Asiáticos de la Universidad de Santiago de Chile, declaró a Página/12: “Esa tendencia de cancelar y acosar a los idols por estar en pareja, había decantado un poco en el último tiempo. Pero, en este caso, es un grupo muy popular y ella, al tener los roles de líder, visual y centro del grupo, el hecho de que se haya confirmado de su relación amorosa con el actor –muy popular él mismo-- lleva a la idea de “quiebre” en algunos fans que emana de una concepción cultural de que los idols son bienes culturales exportables y deben ser personas virtuosas y perfectas, abocadas 100 por ciento a su trabajo en el que es parte fundamental, satisfacer las fantasías de los fans y hacerlos felices. Una K-Pop star se debe a ellos. Y se considera que si ella pierde tiempo o se distrae de su preparación artística por tener pareja, eso es un acto egoísta e irresponsable respecto de su público y su trabajo. A eso se le suma el machismo en comparación al tratamiento hacia los idols masculinos (hay bandas masculinas y femeninas). A esos hombres se les descubren muchas veces una pareja y hay críticas, pero no es tanto como en las mujeres, de quienes se espera un plus: deben mantener esa imagen de inocencia siendo a la vez sexy, pero esto no las habilita a tener pareja, lo que en algunas agencias está prohibido por periodos de tiempo en sus contratos. En este caso, la reputación de la chica queda manchada al estar también en el contexto de los valores tradicionales coreanos respecto de la virtud de la mujer y lo servil que debe ser en su labor, en una sociedad colectivista (deberse a sus fans). Y esto se cruza con una ética confuciana del trabajo duro donde no tiene que haber distracciones en el rol que le corresponde a cada uno. En el caso de Karina y Lee Jae-wook, a él lo han criticado en otros aspectos, como el hecho de que no sería lo suficientemente atractivo o popular para estar con ella. Dentro del grupo aespa –como en todos estos grupos — hay roles jerárquicos muy marcados y en el caso de ella, siendo la líder, es percibido de suma ´irresponsabilidad´ lo que hizo. Por eso, los fans se sienten engañados, se quiebra su fantasía al estar sumidos en una relación parasocial: ´yo te di toda mi atención, invertí mi tiempo y recursos para apoyarte y que lograras ser exitosa, y me traicionaste´. Ven a la idol como una propiedad cuya permanencia en la industria depende del apoyo de los fans. Las agencias de Karina y Lee Jae-wook les aconsejaron terminar el tema porque si no, va a bajarles la popularidad, lo que incide en los rankings de reputación mensual, su valor de marca, contratos con diversas marcas coreanas y globales como casas de moda, y la venta de sus álbumes y conciertos. Estos artistas adquieren cada vez más un rol de influencers y corren el riesgo de sufrir boicots planificados y colectivos de los fans, quienes son muy organizados y capaces de generar acciones para no comprar ciertos productos o incluso cancelar a un idol por un tiempo o incluso su expulsión del grupo".
El fenómeno se ve insólito desde una perspectiva occidental pero tiene su lógica en el cruce entre la industria cultural moderna y el confucianismo milenario. Aunque tener pareja sea un acto privado y de cada uno, la concepción grupal y gregaria de la mentalidad confuciana –que asigna roles muy establecidos que uno debe cumplir— implica que cada quien renuncie a su individualidad en función del grupo. Y en este caso, implica renunciar a tener pareja y llevar una vida sana, no fumar, no beber, no tener escándalos, cuidar la imagen física al extremo y no hacerse tatuajes. El compromiso con el grupo de millones de fans está por encima de los placeres y deseos personales. El grupo circundante le da “mucho” al K-Pop star: lo vuelve famoso y millonario. Por eso fallarles es tan grave.
La agencia del actor Lee --C-JeS Studio— acaba de confirmar la ruptura de la pareja, agregando que él "se enfocará en sus proyectos de películas”. La agencia de Karina –SM Entertainment— lo reafirmó: “es verdad que rompieron”. Karina, por su parte, desea “sanar las heridas infligidas” al público y prometió seguir trabajando de manera “más madura y dura”.
La dimensión sagrada
Mario Bogarín --catedrático de la Universidad Autónoma de Baja California en México y estudioso del fenómeno idol en Asia-- explicó a Página/12 que por debajo de todo esto, hay un componente ritual e inconsciente que sacraliza en términos --en algún punto religioso-- la inocencia, real o impostada de esas chicas: "esa es la principal baza para apropiarse del ideal que se tiene sobre las mujeres jóvenes (aunque también sobre los hombres) como un ejemplo a seguir. Como todo modelo ideal, esto implica que el arquetipo pase por encima de las voluntades e individualidades de las chicas que deben permanecer en un estado casi religioso de preservación de sus virtudes, pues de lo contrario serían personas como todos los demás y no valdría de mucho la inversión que se hace en ellas para volverlas protagonistas de una gigantesca fantasía colectiva. En la medida en que se dispone de ellas en la forma de idols, los fanáticos acceden a un fragmento de esa dulzura e inocencia que pueden comprar a través de un mundo de artículos devenidos fetiches. Y este es un atractivo adicional: desde los CD y muñecas con su imagen hasta la fotografía laminada que incluye la firma de la artista, un objeto que al menos en su formato, recuerda a las estampitas de santos que incluían oraciones y efigie. Al crecer, esas chicas pierden su halo sagrado. Casi diría que aquí lo central es la veneración. Y hay que preservarlas en estado de pureza: son un modelo de conducta, un referente social. Por eso al madurar son desechadas y reemplazadas por otro modelo idéntico. Su cuerpecito debe perdurar siempre igual, mientras sea posible, antes de que lo perviertan las mismas cosas que a un mortal común. El trasfondo de esos shows puede verse como un ritual arcaico en un marco posmoderno. Pero todo eso es tan humano. Es un mecanismo muy elemental de veneración de un arquetipo. Es el mito del eterno retorno nietzcheano, ajustado a otra dinámica".